
Recuerdo un profesor casado con el funcionalismo que insistía que las palabras escritas no debían expresar su significado a través de los rasgos en las letras. Su postura era que las palabras, por si mismas, contenían significado en lo escrito y para el caso, si escribimos gato no es necesario agregar bigotes a las formas escritas para escuchar maullar a la palabra. Mi postura es que las palabras no son exclusivas de los funcionalistas; le pertenecen a todos los que comunican, y en ese tenor a veces se puede aprovechar del montón de posibilidades existentes si queremos ser muy específicos en el mensaje a expresar.
Este es un ejercicio en el que se interviene una fuente de mi catálogo con algunos trucos plásticos de un editor fotográfico para dotar a la tipografía de un sentido visual más específico.